Yo en cambio opto por pasear pisando las hojas crujientes de los árboles, es mi preferida…
Me encantaba hacerlo en el Parque del Oeste, donde cada árbol teñía sus hojas de diferente color. Precioso el otoño, y nostálgico a tope.
Un abrazo pre-otoñal
Corrijo: «Hay dos maneras (entre otras) de contemplar el otoño…»
Sí, yo también asocio las estaciones con una imagen determinada; primavera (estornudos), verano (arena caliente), otoño (hojas secas cayendo), invierno (bufanda gris).
Un fuerte abrazo, Ana, y gracias por estar ahí.
PABLO GONZ
Bueno, que quizá la mía es una forma de vivir más que de observar el otoño… ¿no? para tu próximo invierno habrá que ir tejiendo una bufanda de colores.
Otro abrazo y gracias por tu puntualidad.
Hay que estar siempre alerta, Indio, sin que ello nos impida disfrutar de la vida. Difícil equilibrio de la hoja que necesita su tallo fino y flexible para poder ser mecida por el viento sin caer antes de tiempo.
Un fuerte abrazo y gracias por venir.
PABLO GONZ
Lo tomo en forma metafórica. Prefiero ver las hojas como caen que observar a una sola. Te digo porqué,una me representa una sola cosa, si la personifico una sola persona. Prefiero pensar en todas, de ésa manera englobo a todos los seres que me importan y al mundo entero.No por verlos caer,sino como cumpliendo una etapa de la vida. Pufff, no sé si me explico. Decime si lo entendiste porfi.Un saludo grande Neli 🙂
Lo entendí perfectamente. Y me encantó tu lectura simbólica de este microtexto. Por ahí iban mis intenciones al escribirlo. Quise simbolizar otras cosas pero prefiero no revelarlas para dejar a cada cual que ejerza su derecho a crear leyendo.
Un fuerte abrazo, Neli, y gracias por estar ahí.
PABLO GONZ
¡Pablo, no! A mí me gusta el otoño: las castañas, las setas, la matanza del gocho, los filandones, los magostos, el retorno del fuego a la noche, las primeras heladas, los bocadillos de vapor que salen de la boca en las viñetas de la madrugada donde se ve escrito: «¡Qué frío!»
Todo, todo, pero ¡no más hojas cayendo! 😛
¡Qué le vamos a hacer, Alberto! Las hojas caen. Pero sí, tienes razón, la imagen está demasiado sobada. Corrijo: «Hay dos maneras (entre otras) de contemplar el otoño: ver cómo caen los magostos de los árboles o mirar un magosto y esperar a que caiga». Por cierto, ¿qué es un magosto? 🙂
Un abrazo enorme,
PABLO GONZ
Pues un magosto, en resumidas cuentas, es un filandón donde se comen castañas, o sea un filandón de otoño. Otras acepciones: magüestu, amagüestu… Los productores de castañas lo promocionan mucho y se hace en los colegios y ¡¡¡hasta en el Corte Inglés!!!
En mi pueblo se hacía una fiesta que era la «machorra». Me atrevería a decir que es un «magosto» pero de carnero. Gracias por tus aportes de palabras (filandón, apamplado, magosto…) Enriqueces este espacio.
Un fuerte abrazo,
PABLO GONZ
Bonita imagen. Para complemento: aquí en Chile se abraza mucho a los árboles. Cuando se llega de acampada a un lugar, antes de plantar la tienda se abraza a los árboles.
Un abrazo de árbol,
PABLO GONZ
Creo que el otoño, como se contempla desde el interior de cada uno, tiene tantas maneras de ser contemplado como personas hay que lo contemplan.
Saludos, Encarna
Una verdad como el aeropuerto de Frankfurt, Encarna. Yo sólo tenía una manera pero un día paseando por el Jardín Botánico de Valdivia se me ocurrió mirar una hoja y esperar a que cayese. Me aburrí a los cinco minutos. Pero supongo que ya habrá caído porque esto sucedió hace dos años y medio.
Un fuerte abrazo y gracias por tu comentario.
PABLO GONZ
Cualquiera de las dos formas me parece buena para admirar el otoño, a fin de cuentas, las dos son maneras de observar la naturaleza, y eso ya tiene un punto ganado. Por cierto, me has recordado que empezará la caída de mi pelo también :-s Un abrazo otoñal con estufa incorporada = cálido.
A mí también me parece mucho más emocionante el petardo, Víctor, pero a veces me ha faltado la paciencia para esperar a que se consumiese la mecha.
Un fuerte abrazo y gracias por venir.
PABLO GONZ
Me gusta la segunda manera: si tomar una hoja y el otoño en forma metafòrica como una persona y su vida, para entender la esencia del fenòmeno prefiero contemplar atentamente solo un objeto a la vez.
Un abrazo, Pablo
Yo también prefiero la segunda opción: me parece un modo especial de afrontar la clásica caída de las hojas otoñales. Por cierto, supongo que el otoño ya habrá enseñado su cara en Rusia.
Un fuerte abrazo, Tatiana.
PABLO GONZ
Una de las obligaciones esenciales de cualquier artista, Luis, (cambiar el punto de vista). Suele hacerse muy evidente en el ámbito de los textos hiperbreves por un asunto de espacio.
Un fuerte abrazo,
PABLO GONZ
Y cuando cae al suelo ver como va cambiando las tonalidades y los vivos que se alimentan de ella hasta que caen los primeros copos del invierno. Entonces, en ese momento, analizaremos las dos formas de contemplar el invierno.
Un abrazo Pablo.
Me parece muy bien. Sin embargo, recomiendo dosificar la contemplación para no incurrir en destemplación. 🙂
Un fuerte abrazo, Torcuato, y gracias por tanta atención.
PABLO GONZ
Sugiere melancolía. Y si me lo permites, también cierta desazón. Aunque también dan ganas de recoger la hoja del suelo, trepar al árbol y volver a engancharla.
Bienvenidas sean la melancolía y la desazón; también la depresión; incluso tus sentimientos compasivos: volver a enganchar la hoja en su rama. Imagen hermosa, muy lírica. Veo micros brotando por todos lados.
Un fuerte abrazo y gracias por venir.
PABLO GONZ
El otoño se nos muestra en diversas coloraturas de acuerdo en la región donde te encuentres y a su población arbórea, y si ya te encuentras ahí,más vale disfrutarlo a tu propio gusto.
Muchas gracias, Herman. Sabes que hoy mismo escribí un micro que se titula: «MICROTIMIA, COMO LAS QUE ESCRIBE HERMAN». Lo puse a madurar y no sé cómo será el proceso pero quizás un buen día aparezca publicado en el blog.
Te mando un admirado abrazo.
PABLO GONZ
Me gusta mucho el otoño y las hojas me encantan en los árboles, pero en el suelo también, de niña las apilaba con los pies y hacía un buen montón, luego me metía entre las hojas y decía que eran mis sábanas. ¡Qué cosas hacemos cuando somos niños!, pero que además son bonitas y de mayores no nos atrevemos a repetir, aunque nos quedemos con las ganas.
Vuelve a hacerlo, Nani, por favor. Este otoño: recoge hojas, apílalas, métete dentro, di que son tus sábanas. Todos saldremos ganando.
Muchos besicos,
PABLO GONZ
Te agradezco el sombrero, Kum*, y el piropo: uno de mis referentes culturales más admirados (el Zen). Si puedo acercarme a él si quiera con las palabras, siento que mi literatura merece la pena.
Un fuerte abrazo y gracias por venir,
PABLO GONZ
Miras todo desde la óptica de la armonía universal porque la armonía está dentro de ti. Gracias por compartirte, Christian. Es un honor para mí que dejes tu huella en este blog.
Un fuerte abrazo,
PABLO GONZ
Gracias, Franco. Creo que el impacto de Lao Tsé en nuestra cultura ha sido y es tan grande que casi cualquiera puede considerarse discípulo suyo. Una asignatura pendiente para mí: aprender más de ese curioso personaje.
Abrazos fuertes desde Valdivia.
PABLO GONZ
y yo diría que algunas más, mirar acostados desde la base del árbol llegar la briza que hará danzar a las hojas, entonces cerrar los ojos y dejar que el roce de ellas nos invada, y cuando estemos seguros de que el otoño nos tocó, con algunas de sus bien intencionadas discípulas, levantarnos y salir a caminarlo, quien sabe si no se nos quede prendida alguna hoja en el cabello o la ropa;
o simplemente sentarnos bajo ese mismo árbol y que el amarillo y ocre de sus hojas nos inunden desde los pies a la cabeza, otra forma de mirar, otra forma de sentir al otoño.
Inspirador tu micro
Cariños
Aquí tenemos palabras de escritor que no es sólo el que escribe sino el que ve el mundo con ojos especiales.
Un fuerte abrazo, Hebe. Y gracias por compartir tu mirada.
PABLO GONZ
Pablo González Cuesta (Pablo Gonz) es un escritor español nacido en Sevilla (1968) y radicado en Valdivia (Chile) desde el año 2001. Hasta los tres años, vivió en Sao Paulo (Brasil) y a esa edad su familia se trasladó a Barcelona, donde permaneció hasta 1976. El siguiente destino fue Madrid, donde pasó la mayor parte de su infancia y su juventud, con frecuentes estancias en un pueblo de la Montaña Leonesa (Cofiñal) de donde procede su familia. Posteriormente, vivió durante casi un año (1991-1992) en Múnich (Alemania). En este mismo periodo se produjo su definitivo acercamiento a la literatura, siendo sus primeras referencias literarias Gabriel García Márquez, Eduardo Mendoza, León Tolstoy y Stefan Zweig. Tiene seis novelas publicadas: 1996: «La pasión de Octubre» (ed. Alba, Barcelona). 1997: «Experto en silencios» (ed. Bitzoc, Palma de Mallorca, España). 1998: «Los hijos de León Armendiaguirre» (ed. Planeta, Barcelona). 2008: «Libertad» (ed. Uqbar, Santiago de Chile). 2008: «Mío» (ed. Carisma, Badajoz, España). 2014: «Lavrenti y el soldado herido» (ed. 20:13, Valdivia, Chile). 2015: «Libertad» (ed. Fantasía, Madrid, España). «La saliva del tigre. Minificciones» es su único libro de microficción (2010).
16 septiembre, 2010 a las 12:53
Dedicado a nuestros amigos boreales.
Un fuerte abrazo multiversal,
PABLO GONZ
16 septiembre, 2010 a las 12:59
Yo en cambio opto por pasear pisando las hojas crujientes de los árboles, es mi preferida…
Me encantaba hacerlo en el Parque del Oeste, donde cada árbol teñía sus hojas de diferente color. Precioso el otoño, y nostálgico a tope.
Un abrazo pre-otoñal
16 septiembre, 2010 a las 13:08
Corrijo: «Hay dos maneras (entre otras) de contemplar el otoño…»
Sí, yo también asocio las estaciones con una imagen determinada; primavera (estornudos), verano (arena caliente), otoño (hojas secas cayendo), invierno (bufanda gris).
Un fuerte abrazo, Ana, y gracias por estar ahí.
PABLO GONZ
16 septiembre, 2010 a las 13:32
Bueno, que quizá la mía es una forma de vivir más que de observar el otoño… ¿no? para tu próximo invierno habrá que ir tejiendo una bufanda de colores.
Otro abrazo y gracias por tu puntualidad.
16 septiembre, 2010 a las 13:41
Nunca he tenido una bufanda de colores pero últimamente estaba pensando en conseguirme una. Buena tu intuición.
Abrazos, P.
16 septiembre, 2010 a las 13:04
Ya llega el otoño, ya se va el verano. Ya es momento de hojas caídas y de pisarlas en el camino. Habrá que prepararse para no caer como una de ellas.
Un saludo indio
16 septiembre, 2010 a las 13:11
Hay que estar siempre alerta, Indio, sin que ello nos impida disfrutar de la vida. Difícil equilibrio de la hoja que necesita su tallo fino y flexible para poder ser mecida por el viento sin caer antes de tiempo.
Un fuerte abrazo y gracias por venir.
PABLO GONZ
16 septiembre, 2010 a las 13:11
Lo tomo en forma metafórica. Prefiero ver las hojas como caen que observar a una sola. Te digo porqué,una me representa una sola cosa, si la personifico una sola persona. Prefiero pensar en todas, de ésa manera englobo a todos los seres que me importan y al mundo entero.No por verlos caer,sino como cumpliendo una etapa de la vida. Pufff, no sé si me explico. Decime si lo entendiste porfi.Un saludo grande Neli 🙂
16 septiembre, 2010 a las 13:43
Lo entendí perfectamente. Y me encantó tu lectura simbólica de este microtexto. Por ahí iban mis intenciones al escribirlo. Quise simbolizar otras cosas pero prefiero no revelarlas para dejar a cada cual que ejerza su derecho a crear leyendo.
Un fuerte abrazo, Neli, y gracias por estar ahí.
PABLO GONZ
16 septiembre, 2010 a las 13:43
¡Pablo, no! A mí me gusta el otoño: las castañas, las setas, la matanza del gocho, los filandones, los magostos, el retorno del fuego a la noche, las primeras heladas, los bocadillos de vapor que salen de la boca en las viñetas de la madrugada donde se ve escrito: «¡Qué frío!»
Todo, todo, pero ¡no más hojas cayendo! 😛
Guiño y abrazo, Pablo.
16 septiembre, 2010 a las 19:25
¡Qué le vamos a hacer, Alberto! Las hojas caen. Pero sí, tienes razón, la imagen está demasiado sobada. Corrijo: «Hay dos maneras (entre otras) de contemplar el otoño: ver cómo caen los magostos de los árboles o mirar un magosto y esperar a que caiga». Por cierto, ¿qué es un magosto? 🙂
Un abrazo enorme,
PABLO GONZ
16 septiembre, 2010 a las 20:16
Pues un magosto, en resumidas cuentas, es un filandón donde se comen castañas, o sea un filandón de otoño. Otras acepciones: magüestu, amagüestu… Los productores de castañas lo promocionan mucho y se hace en los colegios y ¡¡¡hasta en el Corte Inglés!!!
16 septiembre, 2010 a las 21:03
En mi pueblo se hacía una fiesta que era la «machorra». Me atrevería a decir que es un «magosto» pero de carnero. Gracias por tus aportes de palabras (filandón, apamplado, magosto…) Enriqueces este espacio.
Un fuerte abrazo,
PABLO GONZ
16 septiembre, 2010 a las 13:43
… Y abrir los brazos, y recibirlas sin dejar que nos entierren bajo ellas.
Abrazos preotoñales
16 septiembre, 2010 a las 19:27
Bonita imagen. Para complemento: aquí en Chile se abraza mucho a los árboles. Cuando se llega de acampada a un lugar, antes de plantar la tienda se abraza a los árboles.
Un abrazo de árbol,
PABLO GONZ
16 septiembre, 2010 a las 13:45
jejeje, me hizo sonreír.
Enhorabuena por la publicación, por cierto.
16 septiembre, 2010 a las 19:28
Un gran éxito para mí: tu sonrisa. Lo de la publicación puede hacerlo cualquier inconsciente.
Un fuerte abrazo y gracias por venir.
PABLO GONZ
16 septiembre, 2010 a las 13:56
Creo que el otoño, como se contempla desde el interior de cada uno, tiene tantas maneras de ser contemplado como personas hay que lo contemplan.
Saludos, Encarna
16 septiembre, 2010 a las 19:30
Una verdad como el aeropuerto de Frankfurt, Encarna. Yo sólo tenía una manera pero un día paseando por el Jardín Botánico de Valdivia se me ocurrió mirar una hoja y esperar a que cayese. Me aburrí a los cinco minutos. Pero supongo que ya habrá caído porque esto sucedió hace dos años y medio.
Un fuerte abrazo y gracias por tu comentario.
PABLO GONZ
16 septiembre, 2010 a las 14:21
También se puede cerrar los ojos y observar qué cae por dentro…
Un abrazo Pablo.
16 septiembre, 2010 a las 19:30
Desde luego, Patricia. Y te agradezco la ampliación de perspectiva.
Un fuerte abrazo,
PABLO GONZ
16 septiembre, 2010 a las 14:27
Cualquiera de las dos formas me parece buena para admirar el otoño, a fin de cuentas, las dos son maneras de observar la naturaleza, y eso ya tiene un punto ganado. Por cierto, me has recordado que empezará la caída de mi pelo también :-s Un abrazo otoñal con estufa incorporada = cálido.
16 septiembre, 2010 a las 19:33
Cae el pelo viejo para dejar lugar al nuevo: interesantes los ciclos de renovación de la vida.
Un fuerte abrazo, Maite.
PABLO GONZ
16 septiembre, 2010 a las 14:52
Va, la segunda parece más emocionante. Es como ver unos fuegos artificiales o esperar que explote un petardo, mirando cómo se consume la mecha.
Un abrazo, Pablo.
16 septiembre, 2010 a las 19:34
A mí también me parece mucho más emocionante el petardo, Víctor, pero a veces me ha faltado la paciencia para esperar a que se consumiese la mecha.
Un fuerte abrazo y gracias por venir.
PABLO GONZ
16 septiembre, 2010 a las 15:59
Me gusta la segunda manera: si tomar una hoja y el otoño en forma metafòrica como una persona y su vida, para entender la esencia del fenòmeno prefiero contemplar atentamente solo un objeto a la vez.
Un abrazo, Pablo
16 septiembre, 2010 a las 19:35
Yo también prefiero la segunda opción: me parece un modo especial de afrontar la clásica caída de las hojas otoñales. Por cierto, supongo que el otoño ya habrá enseñado su cara en Rusia.
Un fuerte abrazo, Tatiana.
PABLO GONZ
16 septiembre, 2010 a las 17:30
Eres un genio, tio, eso es cambiar el punto de vista!!! abrazos!
16 septiembre, 2010 a las 19:37
Una de las obligaciones esenciales de cualquier artista, Luis, (cambiar el punto de vista). Suele hacerse muy evidente en el ámbito de los textos hiperbreves por un asunto de espacio.
Un fuerte abrazo,
PABLO GONZ
16 septiembre, 2010 a las 17:50
Y cuando cae al suelo ver como va cambiando las tonalidades y los vivos que se alimentan de ella hasta que caen los primeros copos del invierno. Entonces, en ese momento, analizaremos las dos formas de contemplar el invierno.
Un abrazo Pablo.
16 septiembre, 2010 a las 19:39
Me parece muy bien. Sin embargo, recomiendo dosificar la contemplación para no incurrir en destemplación. 🙂
Un fuerte abrazo, Torcuato, y gracias por tanta atención.
PABLO GONZ
16 septiembre, 2010 a las 17:54
Sugiere melancolía. Y si me lo permites, también cierta desazón. Aunque también dan ganas de recoger la hoja del suelo, trepar al árbol y volver a engancharla.
Un saludo
16 septiembre, 2010 a las 19:41
Bienvenidas sean la melancolía y la desazón; también la depresión; incluso tus sentimientos compasivos: volver a enganchar la hoja en su rama. Imagen hermosa, muy lírica. Veo micros brotando por todos lados.
Un fuerte abrazo y gracias por venir.
PABLO GONZ
16 septiembre, 2010 a las 20:56
Habrá más maneras, pero no tan sugerentes.
16 septiembre, 2010 a las 21:05
Gracias, Araceli. Habrá de todo. Más sugerente y menos.
Un fuerte abrazo y gracias por venir.
PABLO GONZ
16 septiembre, 2010 a las 20:57
El otoño se nos muestra en diversas coloraturas de acuerdo en la región donde te encuentres y a su población arbórea, y si ya te encuentras ahí,más vale disfrutarlo a tu propio gusto.
16 septiembre, 2010 a las 21:05
Un buen consejo, sí, señor. Me lo apunto. Muchas gracias.
Abrazos fuertes,
PABLO GONZ
16 septiembre, 2010 a las 21:34
Personalmente me decanto por la primera opción, especialmente para un día muy ventoso que facilita la caída de las hojas.
Un saludo.
16 septiembre, 2010 a las 21:35
Le apunto en esa parte de la lista, señor.
Un fuerte abrazo y gracias por venir,
PABLO GONZ
16 septiembre, 2010 a las 21:49
Qué sutileza. Es un placer leerte.
16 septiembre, 2010 a las 22:15
Muchas gracias, Herman. Sabes que hoy mismo escribí un micro que se titula: «MICROTIMIA, COMO LAS QUE ESCRIBE HERMAN». Lo puse a madurar y no sé cómo será el proceso pero quizás un buen día aparezca publicado en el blog.
Te mando un admirado abrazo.
PABLO GONZ
16 septiembre, 2010 a las 22:05
Me gusta mucho el otoño y las hojas me encantan en los árboles, pero en el suelo también, de niña las apilaba con los pies y hacía un buen montón, luego me metía entre las hojas y decía que eran mis sábanas. ¡Qué cosas hacemos cuando somos niños!, pero que además son bonitas y de mayores no nos atrevemos a repetir, aunque nos quedemos con las ganas.
Besicos.
16 septiembre, 2010 a las 22:17
Vuelve a hacerlo, Nani, por favor. Este otoño: recoge hojas, apílalas, métete dentro, di que son tus sábanas. Todos saldremos ganando.
Muchos besicos,
PABLO GONZ
16 septiembre, 2010 a las 22:57
…mirar una hoja y esperar a que caiga.
…Toda una meditación.
Enhorabuena, Pablo. Cuánto sugiere este texto en tan pocas palabras. Permíteme la estupidez… es puro Zen.
Mi sombrero.
19 septiembre, 2010 a las 14:06
Te agradezco el sombrero, Kum*, y el piropo: uno de mis referentes culturales más admirados (el Zen). Si puedo acercarme a él si quiera con las palabras, siento que mi literatura merece la pena.
Un fuerte abrazo y gracias por venir,
PABLO GONZ
17 septiembre, 2010 a las 15:43
Y se convierten en un árbol, la armonía entre la tierra y el cosmos ……..
Un gran abrazo !
Christian
19 septiembre, 2010 a las 14:08
Miras todo desde la óptica de la armonía universal porque la armonía está dentro de ti. Gracias por compartirte, Christian. Es un honor para mí que dejes tu huella en este blog.
Un fuerte abrazo,
PABLO GONZ
17 septiembre, 2010 a las 23:36
Qué grande eres Pablo. Todo un discípulo de Lao Tsé.
Aquí, siguiéndote siempre.
Un fuerte abrazo desde BCN.
19 septiembre, 2010 a las 14:10
Gracias, Franco. Creo que el impacto de Lao Tsé en nuestra cultura ha sido y es tan grande que casi cualquiera puede considerarse discípulo suyo. Una asignatura pendiente para mí: aprender más de ese curioso personaje.
Abrazos fuertes desde Valdivia.
PABLO GONZ
18 septiembre, 2010 a las 21:51
y yo diría que algunas más, mirar acostados desde la base del árbol llegar la briza que hará danzar a las hojas, entonces cerrar los ojos y dejar que el roce de ellas nos invada, y cuando estemos seguros de que el otoño nos tocó, con algunas de sus bien intencionadas discípulas, levantarnos y salir a caminarlo, quien sabe si no se nos quede prendida alguna hoja en el cabello o la ropa;
o simplemente sentarnos bajo ese mismo árbol y que el amarillo y ocre de sus hojas nos inunden desde los pies a la cabeza, otra forma de mirar, otra forma de sentir al otoño.
Inspirador tu micro
Cariños
19 septiembre, 2010 a las 14:12
Gracias, Neli, por responder con ecos tan hermosos a este micropensamiento. Florece tu imaginación y yo lo celebro.
Un fuerte abrazo,
PABLO GONZ
20 septiembre, 2010 a las 19:15
El otoño siempre nos tiene atento con el roce de las hojas secas cayendo suavemente.
21 septiembre, 2010 a las 13:10
Aquí tenemos palabras de escritor que no es sólo el que escribe sino el que ve el mundo con ojos especiales.
Un fuerte abrazo, Hebe. Y gracias por compartir tu mirada.
PABLO GONZ