
«Los llamados virtuosos y los que se denominan viciosos, las grandes adhesiones como las pequeñas trampas, los actos elevados como los repulsivos, derivan de la misma fuente. Son todos hechos que responden a naturales necesidades del individuo.»
PIOTR KROPOTKIN
A los dadaístas porque también tienen derecho
PRINCIPIOS DE LA ESCRITURA AL AZAR
A ver, Lugalzagesi de Uruk inventó la escritura, ¿no? Y los fenicios, el alfabeto. Luego están los romanos (que son éstos del latín) y ya vienen los códices de San Millán de la Cogolla y André Breton, que estaba más loco que André Breton. Vale, ésos son los antecedentes. Pues ahora llega El Menda. Estoy inventando (o sea, ya inventé un poquito) la escritura al azar. Por eso paso a compartir mis primeros resultados con la comunidad lectora (ojo, que en mi blog recibo visitas hasta de Noruega). Bueno, sin fanfarronadas. El método (hasta ahora) consiste en ir abriendo un libro y copiar las primeras palabras que aparezcan. Por ejemplo:
Fagus son para no ocupaciones desnudo Wolfgang revolucionario psicoanalista escritor vida. Bernard acepta sueño nos cerebro. Vos nosotros, talento: Calderón pueblo Stephen escritor.
Sigo trabajando. Informaré de nuevos avances.
PABLO GONZ

Puede que sea difícil escribir una novela en francés sin la letra “e”, pero ¿a ver cómo la firmas si te llamas Georges Perec?
PABLO GONZ
EL NAUFRAGUITO
Hoy llegó a mi botella una isla. Parece desierta.
PG

«¿Teme alguien el cambio? ¿Qué se puede producir sin cambio? ¿Qué hay más caro y familiar a la naturaleza del Todo? Tú mismo, ¿podrías bañarte si la leña no se transformase? ¿Podrías alimentarte si los alimentos no se transformaran? ¿Alguna otra cosa de las que son útiles podría llegar a término sin cambio? ¿No ves, pues, que el hecho mismo de cambiar tú es algo semejante, y de igual manera necesario para la naturaleza universal?»
MARCO AURELIO
SOBRE LAS FIDELIDADES
–Lo cuento rápido porque es bien poco lo que pasó. Adela, la mujer de mi mejor amigo, se me insinuaba. «Esta semana Job está de viaje. Podrías pasarte un rato. Vemos una película y la comentamos tranquilos» o «Hey, tú. Compré langostinos en la tienda que me dijiste. ¿No quieres probarlos?» En fin, podría seguir describiendo el color de estas burdas redes pero no tengo toda la mañana, así que cumplo con anotar que un día accedí. Me presenté en su casa con unos bombones baratos (para no desentonar) y le dije cursi pero claramente: «Ve al tálamo y desnúdate. Yo aún necesito elaborar mi traición.» Recuerdo que ella me miraba con soberbia (o algo parecido) mientras salía del salón, y que cuando por fin quedé solo, me fumé un cigarrillo y me serví una copa. Luego fui al vestíbulo, abrí y cerré la puerta de la calle y grité: «Hombre, Job, ¿cómo estás? No te esperábamos hasta el viernes.» El resto es fácil de imaginar. Adela volvió al salón con la cara de color gris (en el interín se había puesto un chandal, no sé por qué) y yo la miré como un pescadero a punto de jubilarse: «Es la última vez que le haces esto a mi amigo», con el dedo estirado. Luego apuré mi copa y me fui.
PABLO GONZ

«Los límites de mi lenguaje son los límites de mi mundo.»
LUDWIG WITTGENSTEIN
EL PRESO DE LA CELDA 8
Con esa paciencia típica de los dementes, el preso de la celda número 8 fue juntando trozos de alambre e hizo con ellos un barrote metálico que añadió con disimulo a los que cerraban su ventana. Luego, con otros desechos y mucha más paciencia, agregó nuevos barrotes y un apretado tejido hecho con fibras que recogía en el patio. También subía a su celda piedrecitas que iba pegando a los muros con chicle o con pegamento, incluso con masa de pan. Fue un trabajo tan delicado y constante que nunca, en ninguna de las revisiones técnicas, se descubrió que aquella celda era mucho más angosta y recogida que las demás. Quizás por eso su ocupante fue el único superviviente al incendio que arrasó el edificio una tórrida noche de verano. Lo encontramos envuelto en una manta mojada, murmurando cosas incomprensibles. Parecía feliz. U orgulloso.
PABLO GONZ
A los que no recibieron el Nobel
ENTRE LOS MEJORES
París, 1961, recepción anual de la editorial Hachette. En un enorme salón: corros de hombres bulliciosos, en trajes grandes y altivos o pequeños y grises, sonrisas de oro y nicotina, ojos inquietos, entre el humo de los cigarros, las melenas rígidas de las damas… Y allí, haciendo el ángulo de un rincón en penumbra, tres jóvenes escritores que se aferran con tirria a su dolor, a sus recuerdos provincianos, a su muchísima soledad. «¿Se dan cuenta –dice de pronto uno de ellos– que yo no debería estar aquí, con ustedes, sino mezclándome con la flor y nata de la literatura universal?» Y entonces sus dos compañeros se miran sorprendidos y señalan a la vez hacia el jolgorio. Es tal la autoridad y la sincronía del gesto que al otro no le queda más remedio que cumplir. Y así, cuando ambos quedan solos, uno, el más espigado y señorial, le dice al otro, más bajito y plebeyo: «¿No es cierto, Gabo, que éste está cada día más impertinente?» «Déjalo ser, Mario, que ya la historia lo pondrá en su lugar.»
PABLO GONZ

«Жизнь художника не имеет смысла, и чем он талантливее, тем страннее и непонятнее его роль.»
Антон П. Чехов
es decir…
«La vida del artista no tiene sentido, y cuanto más talentoso es, más extraño e incomprendido resulta su papel.»
Antón P. Chéjov
21 DE ABRIL
Al viejo marino borracho y blasfemo, al espantajo de barba hirsuta y ojos sanguíneos, al indecente que mea en las esquinas e insulta a todos, a ese energúmeno monstruoso y salaz, hoy lo vi llegando al cementerio con un ramito de flores. Iba muy serio él. Y se había peinado con gomina.
PABLO GONZ

«Yo no quiero ser ni gobernante ni gobernado.»
PIERRE-JOSEPH PROUDHON