MADRID/LA SANGRE–1
22 marzo, 2013
Todos los domingos, a las cinco de la tarde, Antonio Escalona, jefe de almacén de un laboratorio farmacéutico, se sienta en la mesa del comedor de su casa y enciende una radio de plástico que le compró a un sirio. Tiene ante sí una fotocopia con las diversas quinielas que juega y se dispone a seguir las incidencias de los partidos de fútbol. En la emisora que le gusta suelen anunciar cada gol con una serie de pitidos y una frase breve: «¡marcó El Español en Las Gaunas!» o «¡gol en el Sánchez Pizjuán!» Estas noticias provocan en él siempre la misma reacción: deja el cigarrillo en el cenicero, se sube las gafas y apunta el nuevo tanto en la fotocopia. El ritual se prolonga así hasta las 17:45, cuando acaban todas las primeras partes y llega la publicidad. Antonio aprovecha ese momento para ir al baño y para comentar lo más destacado con su mujer y sus hijos. «¿Qué tal va la cosa?» «Mal», suele ser la respuesta. Las segundas partes comienzan a las seis en punto —las cinco en Canarias— y Antonio las recibe muy atento: el primer cuarto de hora suele ser muy agitado. En esos quince minutos se marcan la mayoría de los goles, y los pitidos procedentes de toda España se pisotean para entrar en la emisora. Luego la tormenta amaina y ya los partidos se arrastran cuesta abajo hasta el final. Hoy, sin embargo, sucede algo diferente. A las seis y media, esto es, a un cuarto de hora del final, Antonio entra muy nervioso en el salón donde su familia ve la tele. «¡En este momento tengo catorce!», anuncia, y todos se revolucionan: dejan a John Wayne hablando con unos indios y forman corro en el comedor junto al pater familias. «¡Calma —pide éste—, que aún pueden pasar muchas cosas!». «Pi, pi, pi, pi… ¡gol en El Sardinero!» «¿Nos afecta?». «Nos afecta». Seis minutos después, tras varios avisos más, de los catorce quedan sólo diez, como casi siempre, y Antonio Escalona, solo de nuevo, apaga la radio y empieza a recoger sus cosas.
22 marzo, 2013 a las 12:12
Y bueno, vamos allá. El primer fragmento de esta obra impresionista. Feliz viernes y sábado y domingo y lunes (¿por qué no?),
P
22 marzo, 2013 a las 13:09
La ilusión se pierde y renace en un segundo. Quizá el próximo domingo tenga más suerte.
Un retrato muy familiar, el de esperar que la suerte nos encuentre en una quiniela y nos arregle la vida, al menos, económicamente.
Me ha gustado Pablo, mucho.
Besos desde el aire
22 marzo, 2013 a las 13:52
Gracias, Rosa.
Un beso grande,
P
22 marzo, 2013 a las 14:00
Pablo, cómo me gusta leerte… es estupendo que estés por aquí. Me recuerda a algún domingo con mis amigas escuchando una radio porque en clase hacíamos quinielas también, entre todos. Y según gustos, era difícil, pero se disfrutaba mucho.
Un abrazo grande y emocionado
22 marzo, 2013 a las 14:18
Y a mí cómo me gusta ser leído. Yo tendría unos diez años cuando escribí mi primera novela y desde entonces la literatura ha sido el horizonte de mi vida, siempre, cuando lo veo claro y cuando se me desdibuja. Sigo adelante, bien acompañado, por suerte.
Gracias por estar ahí.
Beso,
P
22 marzo, 2013 a las 14:11
Me ha gustado mucho, Pablo Gonz…
Un abrazo
22 marzo, 2013 a las 14:19
Me alegro mucho, América. Escribir, sea lo que sea, siempre es un salto al vacío o un grito al vacío. De vez en cuando los escritores contamos con la suerte del eco.
Abrazos fuertes,
P
22 marzo, 2013 a las 15:49
Deja un regusto a ese inmenso autor que fue Azcona. A costumbrismo simpático con monstruo de fondo. Muy bueno, Pablo.
Un abrazo.
22 marzo, 2013 a las 17:53
Muchas gracias, Fernando. Sabiendo como sé lo mucho que valoras a Rafael Azcona (recuerdo por ejemplo «El cochecito»), aprecio tu comentario en toda su extensión y profundidad.
Un abrazo grande,
P
22 marzo, 2013 a las 16:07
Que maestría subiendo la tensión y desinflándola en vez de reventarla.
22 marzo, 2013 a las 17:55
Bueno, Miguel Angel, muchas gracias. Este texto es, como ya dije por ahí, un fragmento, como una olita de un mar más o menos en calma. La actitud del lector de microrrelatos es mucho más intensa, como quien espera un tsunami.
Abrazo grande,
P
22 marzo, 2013 a las 16:58
No solo me gustó mucho sino que me gustó especialmente. Que me guste mucho algo que escribes tú es normal, habitual; lo de especialmente tú y yo sabemos por qué.
Un beso, hermano. Daniel.
22 marzo, 2013 a las 17:57
Tener información privilegiada juega a veces a favor y a veces en contra de la lectura. Veo que en este caso jugó a favor.
Un beso con toda esa pena que tú y yo compartimos,
P
22 marzo, 2013 a las 17:56
Es un relato como un partido de fútbol. Y una historia que se repetirá cada domingo como los partidos. Quizás algún día cambie el final. Seguramente no. Y transmites esa rutina con maestría.
Un abrazo
22 marzo, 2013 a las 17:58
Es que soy un maestro en rutinas, Puck. También conozco bien el color gris y la temperatura de 12 grados que es justo donde empieza a hacer frío.
Abrazotes por docenas,
P
22 marzo, 2013 a las 18:23
Sólo diré que me ha encantado volver a leerte en ese tu registro, tu modo de narrar tan especial, (un sabor rancio que me aproxima al protagonista como lector porque ya sabés, los perdedores son muy entradores) y por eso agradezco que lo compartas. Un placer reencontrarme con tu oficio de escritura.
Saludos van, Pablo.
22 marzo, 2013 a las 18:41
Muchas gracias, Sandra. Derivo entre el humor y la fascinación por los loosers así que cuando me muera probablemente me encuentre en uno de estos dos extremos. Preferiría hacer mi tránsito riendo pero me acomodo a lo que ordenen desde las alturas.
Abrazote,
P
23 marzo, 2013 a las 8:46
Gracias, Pablo por restituirnos con tanta vitalidad el papel del futbol…..dentro de la familia: reunion y aislaminto, ambivalencia eterna del humano.
Un abrazo deportivo, esperando los siguientes………
23 marzo, 2013 a las 14:30
Parece así, ¿verdad?: la vida como un pulso, de dentro afuera y de fuera adentro.
Gran abrazo, también deportivo,
P
23 marzo, 2013 a las 12:24
¡Que placer volver a leerle, Don Pablo!
Un abrazo,
23 marzo, 2013 a las 14:30
A sus pies, querido colega, con la cabeza baja y la mano en el corazón.
Un fuerte abrazo,
P
23 marzo, 2013 a las 17:57
Encantada de volverte a leer. Esta escena me ha recordado a mi propia familia. Gracias por refrescar el pasado.
Un beso muy grande
25 marzo, 2013 a las 12:49
Creo que habrá lectores de una determinada edad (la nuestra) que se verán fácilmente identificados con los relatos de este libro. No en vano son historias reales, tomadas de aquí y de allá, y que en conjunto pueden dar una idea de lo que era la vida urbana en los años ochenta y noventa del siglo pasado. Si quieres, se puede clasificar como neocostumbrismo.
Un abrazote,
P
23 marzo, 2013 a las 18:28
A mi precario y dudoso entender, tu relato circunscribe a la perfección una época, con sus luces correspondientes, que se prolonga hasta nuestros días. Sin horizontes a la vista, embarrancados en una playa en que las cosas suceden sin ganas, dejándose llevar por la corriente de algo que ni siquiera se mueve, esperando lo que no sabemos ni tampoco sucederá. Hombres y mujeres cuyas esperanzas caben en el pequeño espacio de una casilla.
Doble alegría, Pablo: saberte y leerte. Abrazo en pleno deshielo.
25 marzo, 2013 a las 12:51
Gracias por tu análisis, par de mis entretelas:
Me miro en él y me veo.
Un fuerte abrazo y cuidado cuando deshieles a la mula, no se ta vaya a romper.
P
23 marzo, 2013 a las 18:46
Muy bien, Pablo, miles de tardes de domingo empleadas a las quinielas, y el lunes a currar. Por suerte nunca tuve la epidemia del futbol, ni de las quinielas. Tus crónicas van a ser un viaje a mi pasado.
25 marzo, 2013 a las 12:52
Yo creo que los lectores de entre cuarenta y cincuenta se reconocerán fácilmente en estos textos.
Abrazos enormes,
P
24 marzo, 2013 a las 15:11
Pablo, qué bien poder volver a leer en este blog como tantas tardes de domingo. Un abrazo. Libertad, que estaba en manos de Juanlu vendrá a por mi la semana santa. Un beso
25 marzo, 2013 a las 12:53
Necesitaba mi intimidad, mi recato, mi tiempo. Ahora vuelvo, aunque sea a medio gas, pero percibo con toda el alma el cariño de quienes me leen. Este es el mejor premio a mi trabajo.
Un beso gordo,
P
24 marzo, 2013 a las 17:51
Sobre la ilusión y la esperanza no se manda y ¡pobres aquellos que perdamos a las dos porque eso significaría que ya damos todo por perdido!
Saludos desde Tenerife y descubriendo un poco más tu blog me quedo.
Te dejo enlace del mío por si te apetece conocerlo.
25 marzo, 2013 a las 12:55
Ayer estuve leyendo a Azorín, un escritor muy gris y sinsorgo, pero a la vez un filósofo que comprendió verdades esenciales de la vida. Él decía también que sin ilusión no se puede vivir. Y ahora tú lo repites. Estoy de acuerdo con los dos.
Besos para mis islas preferidas,
P
PD.: No aparece el enlace a tu blog.
28 marzo, 2013 a las 9:10
Pablo, Felicidades por lo de Talentura. Vine a eso. No me saques café que no me puedo parar.
Vuelvo con tiempo. Abrazo.
28 marzo, 2013 a las 12:04
Gracias, Miguel Angel. Acabo de enterarme. Es un honor estar en esa antología. Creo que será, para todos nosotros, como una foto de familia que guardaremos con cariño.
Abrazos inmensos,
P
5 abril, 2013 a las 19:30
Por fin puedo detenerme por aquí. Como pasamos de la ilusión a la desesperanza y volvemos a la rutina de un plumazo (y nunca mejor dicho, esta vez de manos de tu pluma). Un buen comienzo para este Madrid quinielero y futbolero.
5 abril, 2013 a las 19:40
Gracias por venir, Puri.
Un abrazo fuerte,
P