EL MANGO DE LA SARTÉN
10 diciembre, 2014

EL MANGO DE LA SARTÉN
Responsabilidad de los lectores en el estado actual de la literatura de ficción
A la hora de analizar el estado actual de la literatura de ficción, se pueden formular críticas contra todos los sectores que conforman su estructura social. A los autores se les puede pedir que sean más exigentes, que no se conformen con realizar obras según el modelo de otras, sino que busquen en su interior la verdadera originalidad, esa voz única que cada cual posee. Los editores podrían arriesgar más para que la literatura no siguiese siendo un alimento inocuo, algo que sirve a la masa para permanecer en su mismo estado y posición. Los medios de prensa deberían dar mayor espacio a aquellos autores que logran publicar obras que se salen de lo común, que proponen a la sociedad un camino digno de recorrerse, o que al menos agitan las conciencias. En cambio, sus páginas, sus minutos, están llenas de los trabajos estériles que publican los grandes grupos o de las publicaciones aspiracionales de los pequeños. En las librerías sucede lo mismo: grandes pilas de supuestos best-sellers acaparan los espacios, y a uno le da pena pensar que en el volumen que ocupa uno solo de esos “bloques de producto”, cabrían decenas de ejemplares únicos y variados. Parece que se ha impuesto la lógica de la vulgaridad, que es la lógica de la producción en masa, de la distribución en masa, de la compra en masa, de la lectura en masa y del pensamiento/sentimiento en masa. Así llego, casi sin querer, a uno de los colectivos que comparten responsabilidad por el estado actual de la literatura: los lectores.
Los lectores son quienes financian todo el edificio (dicho en términos políticos, quienes mandan) y, sin embargo, no parecen mayoritariamente conscientes de esta situación ni de la responsabilidad que ello implica. De todos nosotros, como lectores, depende que sepamos conservar vivo nuestro rico bagaje literario pero también que lo incrementemos. Éstas dos son buenas razones para, en primer lugar, leer a los clásicos, que suelen sorprender por su lozanía a quienes ingresan en ellos por primera vez; y, por otro lado, para abordar los libros de nuevos autores, de aquellos a los que no apoyan los grandes del sistema y que (probablemente por esto mismo) sí tienen cosas interesantes que decir.
Sospecho que la mayor parte de los lectores lee para entretenerse, para pasar un rato intenso (ya sea divertido o dramático) que lo distraiga de sus preocupaciones diarias. No digo que eso esté mal; digo que podría estar mejor. Si usted lee sólo para distraerse, lo va a lograr –vivimos en una sociedad experta en satisfacer el hedonismo–: sólo tiene que elegir obras que no le supongan dificultad alguna. Pero usted debe saber que ese tipo de obras no le proporcionarán nada duradero; es decir, que después de consumirlas, volverá al mismo estado en que se encontraba antes, la situación de la que huyó (o pretendía huir) a través de la lectura. Dicho en otras palabras, esta elección de literatura por placer actúa como un medicamento paliativo que lo convierte a uno en un enfermo crónico, que lo ajusta cada día al tamaño que necesitan aquéllos a quienes usted sirve.
Para que la literatura recupere su buena salud sería deseable la acción coordinada de todos los colectivos que viven a su sombra. Pero lo único verdaderamente imprescindible es el aumento de la conciencia de responsabilidad entre los lectores. Creo que este breve artículo ayuda a ello. Y espero poder ayudar aún más dando la siguiente pauta para revertir las inercias habituales.
A la hora de elegir el libro que va a leer (en la biblioteca o en la librería), no se deje guiar por sugerencias de nadie: ni por las palabras del editor (evidentemente orientadas a la venta de su producto) ni por las opiniones de los críticos (que muchas veces sirven a los medios que se sostienen con la publicidad editorial) ni por el criterio de un amigo o de un comentarista amateur. Usted es usted y nadie más que usted; o sea, el mango de la sartén: esa parte del tinglado editorial donde todo se apoya. Por tanto, no delegue la responsabilidad de su elección en nadie. Usted seguramente dispone de mecanismos propios para hacer una buena elección. Y si no dispone de ellos, yo le propongo el siguiente, que sabrá complementar con otros para mejorarlo y adaptarlo a sus necesidades:
Tome un libro cualquiera y lea algunos fragmentos: así se hará una idea de cómo está escrito. El estilo es mucho más importante que el tema o asunto. Si no, nos bastaría con leer las obras de Shakespeare, que ya trató de todos los temas importantes para la Humanidad. Por tanto, asómese a algunos fragmentos de la obra y vea. Si lo entiende todo y todo le gusta, ese libro no es para usted. Si no entiende nada, tampoco. Su libro, su siguiente libro, será uno que al hojearlo no le parezca del todo comprensible y que a la vez (o por lo mismo) le ofrecerá a usted algo sorprendente. No se asuste: apoyándose en lo que sí entiende, logrará entender lo que de momento se le oculta y empezar a disfrutar de aquello que (aún) sólo le resulta sorprendente. Así, usted crecerá como lector: hará un aporte imprescindible a la buena salud de la literatura.
Por otro lado, al leer bien una obra (o sea, al invertir en ella un esfuerzo personal), ésta le reportará una visión más completa de su realidad circundante; o sea, usted podrá crecer como persona.
PABLO GONZ
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10 diciembre, 2014 a las 21:04
Tardé en actualizar mi blog pero es que estaba pensando en cosas profundas, como podéis ver.
Abrazos críticos,
P
10 diciembre, 2014 a las 22:14
Se me ocurren muchas cosas, demasiadas. Quizás no sea este el mejor sitio para tratarlas. Sólo se me ocurre para poner aquí la célebre cita de Matsuo Basho: «No sigas a los clásicos, busca lo que ellos buscaron».
Gracias por tus reflexiones, Pablo.
10 diciembre, 2014 a las 22:41
Es una joya esa cita, Alberto. Muchas gracias por compartirla, P.
12 diciembre, 2014 a las 11:39
Pablo, ¡qué gozada volver a leerte!
Un Abrazo
12 diciembre, 2014 a las 12:33
Un gran abrazo, Fred. Muchas gracias por tu comentario.
17 diciembre, 2014 a las 18:48
Muchas gracias, Pablo, por la profunda reflexion sobre un hecho tan grave y divertido a la vez , que es la lectura….. Cuànto importante el crecer a si mismo…..y dificil hacerlo bien. Abrazos crecientes de amistad!!!!!!
17 diciembre, 2014 a las 18:55
Grandes abrazos, Marie-Claude. Con calma, hasta donde se pueda, que mejorar es responsabilidad de cada uno, P.