PARÍS MONUMENTAL (3 de 3)
16 marzo, 2012
Le miré la oreja. Sí, la tenía pequeña y bien dibujada, sin pelos. También las cejas eran del todo femeninas; y la boca, a pesar del bozo gris que le cubría el labio superior. El resto de su anatomía adquirió sentido de pronto. Comprendí la forma exuberante de sus caderas y la presencia vívida de lo que en un primer vistazo consideré los pectorales puntiagudos y fofos de un hombre obeso. También comprendí por qué giraba la cabeza tan suavemente cuando debía mirar por el retrovisor y cómo es que accionaba los pedales con las piernas tan juntas. Lo que no comprendí, o no quise comprender tan rápido, es que detuviera el coche en seco, señalara a un lado y me dijese mirándome con ojitos de cerda: «Estación de Austerlitz, monsieur.»
PABLO GONZ
16 marzo, 2012 a las 14:05
Y aquí el fin del cuento, ya desde Santiago, ciudad muy agradable hoy.
Besos y abrazos,
PABLO GONZ
16 marzo, 2012 a las 14:27
En este caso fue París lo que se pasó mientras viajabas en taxi. Espléndido Pablo. Desde el título hasta la crítica feroz a nuestro tiempo de prisas y ciegos. Monumental.
Abrazos.
16 marzo, 2012 a las 14:28
Muchas gracias, Agus. Si te gustó a ti es que es un buen micro.
Abrazuelos,
P
16 marzo, 2012 a las 14:38
Bravo. Un buen final para esta microtrilogia…Paris bien vale un viaje en taxi.
Besos desde el aire
16 marzo, 2012 a las 15:45
Bueno, me alegro de que te haya gustado, Rosa. Temía un poco generar demasiada expectativa.
Abrazos muchos,
P
16 marzo, 2012 a las 14:44
Cambiaste la vista de los monumentos viejos y famosos, por la de ese, vivo y exótico, delante tuyo 🙂
¡Buena micro, Pablo!
Un saludo.
16 marzo, 2012 a las 15:46
Gracias, Sergio. Es otro modo de lo monumental, naturalmente.
Abrazos fuertes,
P
16 marzo, 2012 a las 14:54
Jaja, ya sabía que tendría su güasa. Me acordé de experto en silencios al leerlos
16 marzo, 2012 a las 15:46
¡Qué felicidad, Ana! «Experto» es una de mis obras preferidas.
Abracísimos de rebienvenida,
P
16 marzo, 2012 a las 15:27
Pablo, hay que centrar la vista donde hay centrarla, si no te lo pierdes.
Muy buena resolución.
Un abrazo fuerte.
16 marzo, 2012 a las 15:47
Gracias, Nicolás. Me gusta que te guste.
Un fuerte abrazo para ti,
P
16 marzo, 2012 a las 17:41
Lo de las manos «globosas» me ha dejado petrificado. He buscado la palabra en el diccionario y existe! La utilizaré con mi próximo ligue (ya te diré el resultado). Buena trilogía, Pablo. Y que vengan más en el futuro!
16 marzo, 2012 a las 19:04
Gracias, tocayo. A ver si se presentan. Podría ser un formato interesante.
Abrazos gordos,
P
16 marzo, 2012 a las 18:17
entonces me recomiendas el museo de la ubre de parís, pablo?
16 marzo, 2012 a las 19:06
De todas maneras, querido Vittt, aunque a mí, debo confesarlo, me gustó mucho más el dorsé.
16 marzo, 2012 a las 19:24
He leído los tres de un tirón, me ha gustado lo bien que se lee, sin dificultades de interpretación. Así suelen ser los impulsos, se le olvidó visionar la ciudad por la manía de la mente de ir a su bola.
Dices que es un relato y no tres. Me alegro doblemente de haberlo leído de una atacada. Personalmente nunca partiría el relato en trocitos, creo que pierde la fuerza. Venga, nos leemos.
16 marzo, 2012 a las 20:49
Lo partí en tres porque, según he oído en varias ocasiones, cuando el texto desborda la pantalla, la gente se desanima a leer un micro. Podemos estar leyendo micros todo el día pero debe ir acompañado del gesto de ir saltando de un lado a otro. Quizás el modo más lúdico de la lectura, el más propio de estos tiempos de interactuación.
Un fuerte abrazo y gracias por tu comentario,
P
16 marzo, 2012 a las 19:54
París bien vale una mirada con ojitos de cerda, Don Pablo.
La pregunta que me surge es cómo ha de interpretarse esta obra. ¿Como tres microrrelatos con hilo conductor? ¿Un relato en tres entregas?
En realidad, no sé por qué pregunto si al final me da igual. Me gusta sea ello lo que sea.
Un abrazo gozoso.
16 marzo, 2012 a las 20:50
El hecho de hacerse preguntas en torno a un texto es uno de los vicios característicos de los escritores.
Mil abrazos en fila, don Pedro.
P
17 marzo, 2012 a las 7:05
En estos tiempos de prisas, pero nos demoras haciendo microrrelatos por entregas. Cuando lo queremos todo y lo queremos ya, nos enseñas que las cosas hay que digerirlas despacito. Buen trabajo.
19 marzo, 2012 a las 12:05
Lo cierto es que no se trataba de una lección de nada. Más bien un intento de lograr que se leyese en este medio un cuento que por su formato se salía de la pantalla. Si hallé algo y ayudé a otros a hallar algo, doy por bueno el experimento.
Un fuerte abrazo,
P
17 marzo, 2012 a las 9:41
Solo un espíritu delicado puede perderse admirando la Venus que se esconde debajo de una mole de carne, etérea y efímera como un trasbordo en taxi. La de Milo puede esperar, siempre va a estar ahí, y encima no puede conducir.
19 marzo, 2012 a las 12:06
Sin duda, hay belleza en todo cuando se mira con los ojos preparados para ellos.
Abrazos odíseos,
P
17 marzo, 2012 a las 10:19
El final es casi de película de terror.
19 marzo, 2012 a las 12:07
¿De película buena o mala?
20 marzo, 2012 a las 12:36
No soy de películas de terror, así que me quedo con que el texto me gusta. El tipo de peli que juzgue un cinéfilo.
17 marzo, 2012 a las 12:23
Tan metido estaba en su particular viaje por París que se olvidó de donde iba. París está en las cosas más mínimas y hasta en los taxistas más frikies.
Aplausos, Pablo
Abrazos también, pero no sé si alavez ¿Abrausos?
19 marzo, 2012 a las 12:08
Genial, Ana. Abrausos también para ti. Es que hay abrausos. Se los suelen dar los camioneros y los mineros y los geólogos que acaban de salvar la vida. Se palmean las espaldas sonoramente, como si estuvieran tentándole los lomos a un puerco.
En fin, buenos días y un beso,
P
18 marzo, 2012 a las 18:40
Total, que él lo único que podría describir de París, con todo detalle, eso sí, es a la taxista que lo paseó por toda la ciudad monumental. Es que uno a veces se ensimisma y se pierde unas cosas de fuera…
Muy buenos, Pablo, los detalles de la señora de bigote.
Abrazos.
19 marzo, 2012 a las 12:10
Gracias, Miguel Angel. Historia de un muchacho fascinado con lo que debe fascinarse.
Abrausos también para ti,
P
18 marzo, 2012 a las 21:57
Vamos, que las prisas no son buenas, está claro, al final Paris es esta imagen. ¡Interesante!
Besitos
19 marzo, 2012 a las 12:12
La vida nos juega las pasadas que necesitamos, ni más ni menos. Duele soportarlo porque estamos demasiado acostumbrados a que las máquinas respondan a nuestras órdenes. Aquí la interactuación es diferente.
Besos y besitos,
P